Por Rodrigo Veit.
El Hospital Falucho de Maciá vuelve a estar en boca de todos. Un nuevo capítulo se abrió esta semana a partir de una nota que diversos profesionales del nosocomio le hicieron llegar al gobernador Gustavo Bordet puntualizando algunos de los reclamos. Misma nota llegó a la prensa y los propios trabajadores decidieron hablar y contar qué pasa puertas adentro de la institución local de salud pública.
Si bien la situación se viene gestando desde hace un tiempo considerable, personalmente creo que se ha cruzado un límite. Es que, los profesionales de la salud aseguran que escasean varios insumos que diariamente se utilizan -ni más ni menos- para brindar el servicio de salud. Un auto puede funcionar si le falta el estéreo o alguna puerta se traba al abrir o cerrar, pero sin lugar a dudas, no puede marchar sin sus ruedas o motor. Partes fundamentales de una estructura que sin ellas no son nada. Medicamentos e insumos para un hospital.
Lo del párrafo anterior es grave, claro está, pero hay que mirar con los mismos ojos que la ministra de Salud de la Provincia, Sonia Velázquez, no atiende los reclamos del Falucho. Es que el propio intendente Juan Diego Conti ha manifestado en diversas oportunidades que la funcionaria no responde el celular. De la mano, lo indicaron los trabajadores del nosocomio: la ministra no atiende los reclamos locales. ¿Por qué? Vaya uno a saber; quizás odia la miel.
Este medio de comunicación sigue la situación del hospital Falucho desde hace tiempo. Y varias personas, ajenas y desinformadas sobre el tema, me han preguntado qué pasa en ese hospital. Sinceramente la respuesta es difícil de dar. Creo que son varios los frentes que se pueden desmenuzar y/o analizar: denuncias de violencia laboral de trabajadoras de la salud contra el director de la institución, ausentismo de dicha persona, baches en las guardias de algunos sectores de la salud, licencias psiquiátricas de diversos profesionales, entre otras. Pero vamos por parte.
Sobre el director Guido Buyatti pesan tres denuncias por violencia laboral, las cuales fueron realizadas por tres trabajadoras del hospital, dos médicas y una asistente sanitaria (según el escrito que los profesionales le enviaron al gobernador). Y como en cualquier tipo de denuncia de esta índole, la primera medida judicial es la perimetral. Esto trajo, como consecuencia, que Buyatti no pueda concurrir al edificio público en el horario en que estas trabajadoras se encuentran presentes. Básicamente durante toda una jornada laboral. “Las tres denunciantes tenían que presentarse a trabajar pero también tenían que estar lejos del agresor”, explicó una profesional del Falucho en la conferencia de prensa del lunes a medios locales.
La situación anterior no es nueva, ya que algunas denuncias tienen más de un año, y es acá donde hay que hacer foco y preguntarse cómo es posible que durante todo este tiempo esta situación no se haya resuelto. ¿Algún fallo judicial favorable para alguna de las partes? ¿Una mediación judicial? ¿La orden de recambio del directorio del hospital? Algo. Pero nada de eso llegó y ya van más de 365 días en los que las partes tienen que organizar sus horarios para no cruzarse dentro del edificio.
A todo esto, es loable sumarle que el asesor contable y jefe de personal están de licencia, lo dice la nota firmada por los profesionales. Esto convierte a un hospital sin cabeza, sin un líder, sin alguien a cargo que dé indicaciones, abastezca de insumos al nosocomio y tome decisiones. Al margen de eso, me gustaría saber por qué se encuentran de licencia los dos cargos mencionados, pero no sería profesional de mi parte preguntar eso, ya que si la obtuvieron, seguramente es porque la necesitan.
Por otro lado, muchas veces desde este medio recibimos reclamos por baches en algunos horarios de guardias en el hospital. Según pudimos saber, una de las razones es que en varias ocasiones parte del personal médico se encontraba de licencia y los que quedaban activos no llegaban a cubrir el ciento por ciento de las guardias, o las 24 horas del día durante toda la semana, como tiene que ser.
Y acá es donde se abre el otro punto a analizar: las licencias psiquiátricas de algunos trabajadores.
En la conferencia de prensa que dieron los profesionales se explicó que varios trabajadores del Falucho tomaban licencia psiquiátrica por ataques de pánico, ansiedad, todo en consecuencia de la situación actual. También se aclaró que varios optaron por esa medida ya que querían evitar el mal ambiente laboral. “Hay personas que para evitar conflictos toman licencia”, indicaron en la conferencia.
En una ciudad de pocos habitantes donde todos nos conocemos, como en Maciá, muchas veces es difícil hablar de ciertos temas desde el lado del periodismo o en los medios de comunicación. Pero a la vez, es más fácil darse cuenta de ciertas cuestiones que pasan.
Quien escribe lo mencionó al aire de la radio y lo deja por escrito: no me gusta generalizar y no digo que no haya profesionales y administrativos que necesiten de una licencia por equis problema; pero es de público conocimiento que hubo personas que durante mucho tiempo (años incluso) no concurrieron a trabajar por gozar de una licencia y las podíamos ver en la calle, ejerciendo otra profesión o disfrutando de viajes.
Es legal, pero, para mí, no es ético. Creo que está sujeto a criterios. Me da a pensar que si solicitamos licencia psiquiátrica para no estar en un lugar de trabajo por mal ambiente laboral o para no enfrentar los problemas… que el último apague la luz.
Como para ir cerrando. Aplaudo a los profesionales que salieron a hablar y se han puesto los reclamos al hombro, escribiendo una carta y buscando la atención del gobernador. Particularmente, espero lo mismo de la clase política: senador departamental, diputados regionales, intendente, autoridades y funcionarios con competencia.
La salud pública no puede no funcionar, y si no funciona, golpeemos fuerte las puertas que sean necesarias para que el Ministerio de Salud de Entre Ríos tome cartas en el asunto y resuelva la situación. No se laven las manos, tiren todos para el mismo lado, no junten agua para su propio molino y piensen en la gente de Maciá y en la importancia de la salud pública, que tanto se usa como bastión en campañas políticas.